¿Qué posibilidad existía de que el joven Polo alcanzará a la Ministra?
Fiza Ortega, la reconocida erudita iba a dictar una charla a la universidad de Polo, el
brillante estudiante de publicidad que buscaba escribir su reporte sobre ella.
Su nombre, Fiza, era tan delicado como su figura, de medianos relieves y hombros
angostos, mientras que él era atlético y de contextura media.
Todo estaba preparado fuera del salón que tendría el honor de recibirla, lleno de cámaras
de canales de televisión y plagado de estudiantes que soñaban con poder verla en persona.
En medio de ese tumulto se encontraba él, quien observaba con sus intensos ojos azules la
entrada del salón para ver cuando aparecería su deseo, para ver cuando aparecería Fiza.
El momento tan esperado llegó, pero era tanto el nerviosismo que en un intento por
alcanzarla tropezó con los cables de los camarógrafos y quedó a sus pies, rozando las
pantorrillas de Fiza, quién se detuvo a observarlo.
Sus ojos cafés se clavaron sobre los azules de él, mientras su mente divagaba pensando en
todas las cosas que le haría al joven Polo si tuviese la oportunidad de tenerlo en la misma
posición y otras tantas, pero en otro contexto. Por su lado Polo, no puedo evitar que el
aroma a duraznos que emanaba la piel de la Ministra y lo suave de sus piernas provocaran
en él una leve erección.
Se levantó rápidamente y con su libreta tapó lo que crecía en el pantalón, sin darse cuenta
que Fiza ya había notado el detalle.
Ambos decidieron ignorar la situación, aunque no del todo.
Ella imaginaba el cuerpo de él encima de su abdomen, sintiendo sus marcados pectorales
sobre sus senos. Él seguía sintiendo en la punta de su nariz ese olor a duraznos dulces y
pensaba en cuánto deseaba pasar su lengua por toda la piel de ella, para ver si era tan
exquisito como su aroma.
Fiza hizo su exposición y Polo tomó todas las notas necesarias.
Después vino la rueda de prensa, dónde él analizó el comportamiento de ella y cómo esto
influía en la campaña de Gobierno, pues a diferencia de los periodistas, él solo debía
observar para sacar conclusiones de marketing. Sin embargo, ella deseaba una pregunta de
él, quería saber el tono de voz de aquel joven que robaba su atención.
Ninguno logró su cometido, pero la Ministra tenía una idea.
Luego de que ella terminó su jornada de trabajo se dirigió a la universidad esperando
encontrarlo, y hermosamente genuina fue su sorpresa cuándo alcanzó a Polo en la salida
principal del campus.
- Polo Astruz, así me dijeron que se llamaba…
El joven congelado reconoció la dulce voz de la autoridad que se encontraba dentro de un
cedán negro.
- Así es, Polo Astruz, mucho gusto Ministra Ortega.-. Dijo él mirando fijamente los ojos
de Fiza.
- Uno de sus profesores me dijo que el análisis que hizo usted fue el más detallado
me gustaría que lo pudiésemos discutir-. Suspiró y levantó la mirada coquetamente-.
en otro lado-. Finalizó mientras subía una pierna sobre la otra, provocando que se le
levantara el vestido negro que llevaba puesto.
A buen entendedor pocas palabras, pero Polo no era un buen entendedor, así que se subió
al auto imaginando una verdadera reunión de negocios. Se extrañó cuando el carro se
detuvo frente a un reconocido hotel de la capital, pero pensó que utilizarían alguna de las
salas de conferencia.
Discretamente y en silencio, el universitario siguió a Fiza.
La mujer siete años mayor se detuvo frente a la suite presidencial y le entregó un sobre al
botones.
- Por favor, necesito la mejor atención con la mayor discreción.
- Por supuesto Señorita Ortega-. Reafirmó el botones.
Polo no entendía nada, pensaba que las salas de conferencia estaban llenas y que por eso
analizarían la situación de la ministra ahí.
Dentro de la habitación ambos tomaron asiento al borde de la cama…
- No traje mi computadora, pero podemos utilizar mi celular para mostrarle cómo su
lenguaje no verbal afecta a…
Polo no alcanzó a finalizar cuándo sintió como el suave encaje se pasaba por su pómulo
izquierdo. Fiza había sido lo suficientemente ágil para sacarse la tanga púrpura que llevaba
puesta.
- No quiero hablar de negocios, ni de trabajo… Quiero que podamos solucionar el
duro problema que tienes entre las piernas-. Dijo sensualmente la Ministra.
Polo se quedó impactado y nervioso, no sabía qué responder a semejante insinuación y
propuesta. Además el hecho de que ella lo haya notado empalmado en la mañana hizo que
sus mejillas ardieran en rojo. Antes de que pudiera reaccionar, sintió en sus labios el dulce
sabor de cacao del labial de Fiza.
El beso que comenzó cómo un atracón normal, lentamente se fue convirtiendo en algo más
apasionado. Ella con firmeza tomaba las grandes manos del joven y las dirigía hacia sus
suaves senos, que él con determinación masajeaba, mientras que Fiza jugaba por encima
de la ropa con el músculo de él.
- Ah, ah, ah…-. Polo gemía lleno de placer. Fiza no tenía idea de esto, pero esta era
la tercera oportunidad de Polo en las artes amatorias, por lo que su inocencia y fácil
complacencia se debían a su inexperiencia.
- ¿Te gusta? Sigue masajeandome así-. Indicaba ella con la voz entrecortada por la
agitación de su respiración.
- Si, sigue por favor.
La ropa estorbaba y las ganas rebalsaron las mentes de ambos, que no dejaban de
imaginar el coito que tendrían al alcanzar la completa excitación. Llegó el punto en el que
los manoseos no eran suficientes, por lo que decidieron usar sus bocas para darse mutuo
placer.
Cuando los líquidos se volteaban del interior de Fiza, ella preguntó:
- ¿Estás listo para tener el mejor polvo de tu vida?
- No, pero no tengo otra opción-. Bromeó él ya no tan tímido muchacho.
El aire se inundó del olor a durazno y eucalipto amaderado, de sus respectivas pieles. Los
sentidos de ambos estaban a tope con el millón de sensaciones que provocaban sus
cuerpos, uno sobre el otro, en un vaivén de erotismo en su máxima expresión que llenaba
de sudor las sábanas de tan prestigioso hotel.
Apoyado contra el respaldo de la cama sujetaba las caderas de Fiza, que con poca
precaución hacía movimientos circulares sobre la pelvis de él, en un mete y saca de gran
velocidad.
- Así, Oh Sra Ministra, usted es maravillosa-. Susurraba en su oído mientras
mordisqueaba el lóbulo.
- ¡Si, si, si!-. exclamaba ella.- Dime que soy tu Ministra, dime quién manda en esta
habitación.
- Usted Ministra, usted es la que manda-. Afirmó Polo, mirándola directo a los ojos, al
mismo tiempo en que sentía cómo su cuerpo le mandaba las señales de una
próxima eyaculación.
Sus templos comenzaron a colapsar con suaves temblores bajo la lujosa lámpara que
colgaba sobre sus cabezas, y en una sincronía maravillosa alcanzaron el orgasmo tan
esperado.
Ella se desvaneció sobre el cuidado pecho del joven, personaje que se inclinó hacia la
derecha para acomodarse al centro de la cama.
- Estuvo estupendo-. Dijo él con una sonrisa en el rostro.
- Si… Pero nadie lo puede saber.- Ordenó Fiza, quien se levantó del aposento para
dirigirse hacia la ducha.
Él quedó conmovido y extrañado, pues le gustaban las cosas tiernas, pero ella disfrutaba de
experiencias sin compromisos y tenía que volver a su casa, dónde la esperaban su marido y
sus 6 niños.
Antes de salir, ya vestida y con el pelo seco, sacó una carpeta de su bolso e indicó:
- Por favor firma esto-.
- ¿Qué és eso?-. Inquirió él, aún sin asumir lo que estaba pasando.
- Un acuerdo de confidencialidad… Que rige desde hoy hasta el día de tu muerte, por
este y por los futuros encuentros-. Estiró su brazo con el documento en mano,
diciendo sus palabras con seriedad.
- Es decir que tendremos más encuentros…-. Una chispa se encendió en él.
- No puedo dejar que un cachorro cómo tú pierda la oportunidad de convertirse en un
semental.
El silencio y las miradas llenas de complicidad inundaron la habitación, mientras que se
escuchaba los trazos seguros de un bolígrafo sobre una hoja de oficio, dónde se firmaba un
acuerdo de placer.